cuando te hago poesía
me arden las manos.
Evaporas el alcohol del vodka,
me consumes el cigarro antes de poder
darle una calada, derrites
mi helado de vainilla y
nueces de macadamia.
Capullo, me calientas más que
el abrigo de un militar soviético.
Por tu culpa me estoy tornando
Chinaski -a falta de
la promiscuidad-.
Si me quitas el sueño,
al menos no me evapores
el café.
Me compraste un billete de
ida y vuelta por cien otoños
mientras te encargabas de
derretirme el invierno.
Ando desorientada, a tientas
entre dunas y oasis
imaginarios, buscándote,
pidiendo a gritos ahogados
que me deshidrates un
poquito más. Me faltas
tú entre todos mis
espejismos.
Eres fuego, pero aún
quemándome te hago poesía.
Y cuando te hago poesía me vuelvo
arte en cenizas.
11-03-15 2:21 a.m.
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