martes, 26 de mayo de 2015

2:21 a.m.

Quemas tanto, que
cuando te hago poesía
me arden las manos.

Evaporas el alcohol del vodka,
me consumes el cigarro antes de poder
darle una calada, derrites
mi helado de vainilla y
nueces de macadamia.

Capullo, me calientas más que
el abrigo de un militar soviético.

Por tu culpa me estoy tornando
Chinaski -a falta de
la promiscuidad-.

Si me quitas el sueño,
al menos no me evapores
el café.

Me compraste un billete de
ida y vuelta por cien otoños
mientras te encargabas de
derretirme el invierno.

Ando desorientada, a tientas
entre dunas y oasis
imaginarios, buscándote,
pidiendo a gritos ahogados
que me deshidrates un
poquito más. Me faltas
tú entre todos mis
espejismos.

Eres fuego, pero aún
quemándome te hago poesía.
Y cuando te hago poesía me vuelvo
                              arte en cenizas.

                                                                       11-03-15                               2:21 a.m.


3:46 a.m.

Tres y cuarenta y seis de la mañana.
La escarcha cubre los buzones vacíos. Vacíos de
noticias, pasiones, rupturas, vacíos de
lágrimas y carmín, vacíos de emoción, vacíos
como la persona que espera encontrar algo
al día siguiente, y solo hallará una triste
factura de la luz.

Es una de esas noches en las que hasta
la absenta me helaría el estómago.

Se escucha a lo lejos el maullido
agónico de un gato, probablemente
esté apurando al máximo su
séptima vida, como el
fumador compulsivo que
se resiste a acabar su último
cigarrillo
del día.

Es la madrugada del quince de febrero.
Los gemidos de las parejas follando
ahogan el sonido de los tragos
al whisky de los
solitarios rotos.

Nadie oye sus aullidos desesperados de socorro, a
nadie parecen importarle sus corazones frágilmente
recompuestros con tiras de
fixo usado.

Nadie quiere pararse a escuchar la frustración
de los que intentaron pasar página y
se cortaron con el papel.
                                                                        15-02-15                     3:46 a.m.