Quemas tanto, que cuando te hago poesía me arden las manos. Evaporas el alcohol del vodka, me consumes el cigarro antes de poder darle una calada, derrites mi helado de vainilla y nueces de macadamia. Capullo, me calientas más que el abrigo de un militar soviético. Por tu culpa me estoy tornando Chinaski -a falta de la promiscuidad-. Si me quitas el sueño, al menos no me evapores el café. Me compraste un billete de ida y vuelta por cien otoños mientras te encargabas de derretirme el invierno. Ando desorientada, a tientas entre dunas y oasis imaginarios, buscándote, pidiendo a gritos ahogados que me deshidrates un poquito más. Me faltas tú entre todos mis espejismos. Eres fuego, pero aún quemándome te hago poesía. Y cuando te hago poesía me vuelvo arte en cenizas. 11-03-15 2:21 a.m.
Tres y cuarenta y seis de la mañana. La escarcha cubre los buzones vacíos. Vacíos de noticias, pasiones, rupturas, vacíos de lágrimas y carmín, vacíos de emoción, vacíos como la persona que espera encontrar algo al día siguiente, y solo hallará una triste factura de la luz. Es una de esas noches en las que hasta la absenta me helaría el estómago.
Se escucha a lo lejos el maullido agónico de un gato, probablemente esté apurando al máximo su séptima vida, como el fumador compulsivo que se resiste a acabar su último cigarrillo del día.
Es la madrugada del quince de febrero. Los gemidos de las parejas follando ahogan el sonido de los tragos al whisky de los solitarios rotos. Nadie oye sus aullidos desesperados de socorro, a nadie parecen importarle sus corazones frágilmente recompuestros con tiras de fixo usado. Nadie quiere pararse a escuchar la frustración de los que intentaron pasar página y se cortaron con el papel.
15-02-15 3:46 a.m.