sábado, 13 de febrero de 2016

Los almendros florecen en noviembre


¿Que dónde está, dices?

Puede estar en todos los sitios del mundo, y a la vez en ninguno.

Te la puedes encontrar esperando a que florezcan almendros en noviembre,
buscando hojas secas sobre aceras cubiertas de la escarcha de los octubres en el más caluroso de los veranos.

Probablemente esté sentada frente a la puerta de una tienda que cerró hace años, esperando a que la persona con la sonrisa más cálida del norte abra la puerta desde dentro y la invite a pasar.

O asomada a la ventana de una casa abandonada, esperando ver una pareja haciendo el amor sobre todas las superficies,
o peleando, tirándose platos a la cabeza y sillas al estómago,
o simplemente sentados a la mesa mirándose a los labios sin decir nada mientras se les enfría el café.

Dicen que la vieron de rodillas suplicando a su gato que ladrase.
 
La encontrarás pidiendo cerveza en los estancos y tabaco en los bares.
 
El otro día me la encontré sentada en mitad de la carretera, cansada de buscar la montaña y esperando a que la montaña fuese a ella.

Le encanta escribir discursos para las masas mientras se imagina a sí misma gritando cada palabra con euforia y emocionando a quien la escucha, y quemarlos al terminar.

Por las noches le ruega a la luna que se quede a ver el amanecer.

Quizá esté huyendo de todo mientras espera encontrarse a sí misma corriendo en la dirección opuesta.

La reconocerás porque siempre tiene lágrimas recorriéndole los lóbulos de las orejas,
sí, las orejas;
cuando llora se tumba boca arriba, y busca en las nubes un suelo firme sobre el que caminar, tierra sobre la que tener los pies.

Siempre, siempre buscando lo imposible.

Sin duda lo acabará encontrando, ¿no crees?