oscuridad. Me empapo
del agua de los tiempos pasados,
imagino que tus manos
acarician mi pelo una
vez más.
Cierro los ojos y bebo otro trago de cerveza
que, más que a cerveza, sabe a recuerdo,
tu recuerdo.
Malta de añoranza, espuma de
nostalgia, y ese alcohol que no cura
pero alivia el escozor de tu no presencia.
Cierro los ojos, y se me escapa una lágrima,
y luego otra. Pero no las seco,
las dejo recorrer mi piel, pues
¿quién soy yo, triste
libro sin hojas, para impedir que fluyan las
cascadas del alma?
Cierro los ojos, y dejo que me invada la
melancolía. Que llegue a cada rincón de
mi ser, como esa sangre que
recorre mis arterias.
Duele, pero complace.
Daña, pero sana.
Escuece, pero cura.
Cierro los ojos, y te veo. Te siento
cercano, casi puedo tocarte. Acariciar tu
pelo, besar tu frente, acurrucarme en
tu regazo. ¿Quién dijo que
no es posible mirar con los
ojos cerrados?
16-02-14 1:43 a.m.